Vínculo entre padres e hijos: Crianza con apego

La teoría del apego estudia el vínculo entre padres e hijos: Postulada por John Bowlby, permite hipotetizar ciertos patrones relacionales y predecir futuras patologías o complejos.

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Según Bowlby, la personalidad de una persona comienza a desarrollarse desde los primeros años de vida: La teoría del apego permite explicar algunos comportamientos del ser humano y puede ser muy útil para estudiar los trastornos que se crean a partir de los traumas y abusos sufridos en la infancia y que se convierten en depresión, ansiedad, trastornos disociativos o trastornos de la personalidad y diversas adicciones.

Según esta teoría, de hecho, es importante que el niño desarrolle un fuerte vínculo con quienes lo cuidan (con su cuidador), ya sea la madre, el padre o una comunidad de personas, para desarrollar mejor la parte emocional y social. Bowlby se aleja de la teoría del desarrollo de Freud, introduciendo como punto clave el aspecto emocional y relacional.

El apego de Bowlby frente a los estadios de Freud

Según la teoría de Freud sobre el desarrollo infantil, hay varias etapas por las que el niño debe pasar para resolver el complejo de Edipo y convertirse en una persona consciente y separada de sus padres. En particular, en estas fases (anal, oral, fálica) el niño entra en contacto con la madre por las exigencias, sobre todo físicas: Desde la alimentación, hasta las necesidades, pasando por el reconocimiento de su cuerpo y sus necesidades y por la definición de su identidad de género y de los modelos a seguir o a seducir.

Según Bowlby, la relación entre la madre (o el cuidador) y el niño es principalmente una relación emocional, y la personalidad del niño se forja a través de esta relación.

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Teoría del apego y comportamiento

Bowlby habla de conducta de apego (que es la del niño) y de figura de apego (que es el cuidador) para identificar a los sujetos presentes en la relación.

Según el psicoanalista, esta relación deriva de una predisposición innata de los niños a establecer vínculos: En concreto, cree que estos comportamientos son instintivos y derivan de una tendencia innata a la supervivencia.

De hecho, según Bowlby, el apego es una predisposición porque el ser humano, como animal social, necesita vincularse y relacionarse con los demás.A partir de estas pautas, el bebé desarrolla patrones de comportamiento que servirán para desencadenar reacciones en el adulto: por ejemplo, el llanto o la sonrisa son conductas innatas de liberación social, que atraen la atención del cuidador.

El apego es, por tanto, un proceso que sirve al bebé para recibir cuidados y respuestas y no sólo comida.

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Etapas del apego

Bowlby cree que hay 5 etapas en las que el apego se desarrolla y consolida:

  1. 0-3 meses: El niño reconoce la figura humana pero no puede distinguir entre las personas
  2. 3-6 meses: Comienza a formarse el apego. El bebé reconoce a la figura que le abraza y le nutre, y a los que están cerca de él, pero tiende a tener miedo de los extraños.
  3. 7-8 meses: Angustia. El bebé siente angustia si se aleja de su cuidador, porque aún no tiene patrones claros de comportamiento.
  4. 8-24 meses: En esta fase se crea y consolida el apego.
  5. 3 años después: Creación de anexos. El niño toma conciencia de sus emociones y sentimientos. Reconoce la figura del apego.
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Las fases de apego son necesarias para que el niño establezca una relación con sus padres o cuidadores: Dependiendo del tipo de respuestas que los adultos den al niño, se crearán también diferentes tipos de vínculos.

Estilos de apego: Situación extraña

Mary Ainsworth es una colaboradora de Bowlby que realizó algunos experimentos para definir los tipos de apego entre padres e hijos.

Estos experimentos trataban de poner al niño en algún tipo de estrés relacional (por eso se llamaban situaciones extrañas) para ver qué tipo de reacción producía (normalmente eran situaciones en las que se dejaba al niño solo o con un extraño durante unos minutos, en ausencia o presencia del cuidador).

A partir de estas pruebas, Ainsworth y Bowlby pudieron identificar algunos estilos de apego:

Estilo seguro

El niño se siente cómodo explorando el entorno y jugando con su cuidador. Al quedarse solo con el desconocido se siente molesto, pero una vez que el cuidador regresa se deja consolar y todo vuelve a estar bien. En este estilo prevalecen la confianza y la seguridad en las propias capacidades: el niño sabe que no será abandonado, porque la figura de apego responde a sus peticiones de protección y él confía en sus propias capacidades y se siente libre para explorar el mundo.

Estilo inseguro-evitativo

El niño se siente seguro al explorar el entorno, pero es indiferente a la presencia o ausencia de su cuidador y trata de evitarlo. Esto se deriva de una actitud previa en la que el niño se siente rechazado por el cuidador cuando pide ayuda, y debe confiar sólo en sus propias fuerzas. Este tipo de actitud puede hacer que el niño se sienta poco querido y construya un falso yo para buscar amor o protección.

Estilo inseguro-ambivalente

El niño a veces evita y a veces busca a su cuidador. Si el cuidador se aleja y luego regresa, el niño está inconsolable. El niño ha encontrado reacciones de indiferencia y disponibilidad en el cuidador, pero también amenazas de abandono como medio de coacción; su actitud es, por tanto, ansiosa e insegura.
Estilo desorganizado: el niño reacciona con comportamientos estereotipados y desorientados, en ausencia del cuidador, y permanece muy interdicto y asombrado por la ausencia del cuidador.

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Una base segura

A la luz de la identificación de estos estilos, Bowlby y Ainsworth tenían claro que es esencial que el niño tenga una base segura de apego y confianza en los padres, para sentirse no sólo protegido, sino también sereno y libre para explorar el mundo.

El estilo de apego seguro proporciona una base de referencia para el niño que se siente amado y confiado, y tiende a la autonomía. La investigación también ha demostrado que la separación del cuidador provoca ansiedad: En el caso de los estilos seguros, esta ansiedad se supera con el regreso de los padres, pero hay casos en los que esta separación puede llegar a ser traumática si se realiza de forma repetida o durante largos periodos o se utiliza como amenaza coercitiva.

En este último caso, de hecho, la amenaza de abandono podría generar ansiedad y miedo y crear dependencia de la figura parental. En caso de abandono o de separaciones traumáticas, el niño también puede sufrir de adulto psicopatologías relacionadas con el estrés provocado por estos traumas.

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Modelos operativos internos

A partir de los estilos de apego, el niño desarrollará modelos operativos internos que le permitan interactuar y descifrar el mundo.

Son patrones que permiten al niño analizar las interacciones y elegir las mejores alternativas posibles. De este modo, de adulto, será capaz de predecir su propio comportamiento y el de los demás y gestionar los momentos de dificultad, ansiedad o inseguridad.

Para que estos modelos internos se desarrollen adecuadamente y creen una base de referencia segura para el niño, es importante que el vínculo con la figura de apego sea sólido, comunicativo, protector y autónomo.

Por lo tanto, la relación de apego influirá en las relaciones futuras y en la forma en que el niño se relacionará con el mundo.

La separación de la figura de apego puede ser vivida por el niño como un evento traumático y traer precisamente ansiedad y angustia y modelos de funcionamiento basados en la ansiedad, la baja autoestima y el no sentirse amado.

Estos modelos se basan, por tanto, en la relación entre el cuidador y el bebé: Si el cuidador acepta la búsqueda de proximidad del niño se creará un apego seguro, si lo rechaza o concede la proximidad de forma incoherente puede crear estilos de apego disfuncionales.

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Los adultos y las relaciones amorosas

¿Cómo se pueden identificar los estilos de apego adquiridos en la infancia en los adultos o en las parejas?

Mary Main realizó un análisis de los estilos de apego de los adultos, denominado Entrevista de Apego Adulto (AAI), entrevistando a varios adultos con preguntas que evaluaban los recuerdos generales y específicos de la infancia, con el fin de evaluar sus modelos operativos internos.

El apego de los adultos se dividió en cuatro categorías:

  • Seguro: Las relaciones de apego se consideran importantes, están abiertas al mundo y no son defensivas
  • Distanciado: Falta de recuerdos del pasado. Minimizan el problema y no consideran importantes las relaciones. Falta de discurso coherente y a menudo a la defensiva.
  • Preocupado: La relación con los padres está llena de preocupaciones e incoherencias, con recuerdos pasados contradictorios.
  • Sin resolver: relación con el trauma y el abuso, llena de lagunas y sin resolver.

Amor y apego

A partir de estos resultados, se identifican algunas actitudes en las parejas, que tienen en cuenta la imagen que los sujetos tienen de sí mismos y de los demás, y que por tanto pueden generar los siguientes tipos de relaciones

  • Seguro: Imagen positiva de sí mismo y del otro, con la base de la confianza y permitiendo sentirse cómodo tanto con la intimidad como con la independencia
  • Ansioso-preocupado: Imagen negativa de sí mismo pero positiva de los demás. Esto lleva a respuestas elevadas de intimidad, impulsividad y expresión emocional, pero la falta de confianza y seguridad puede crear dinámicas de dependencia emocional.
  • Distanciamiento-evitación: Imagen positiva de sí mismo, pero imagen negativa de la otra persona. En este modelo la persona no ha desarrollado ningún estilo de apego y no considera necesario entrar en relaciones con otras personas de las que tiene una baja opinión, a favor de la independencia total, pero con una incapacidad total para entrar en la intimidad con otra persona.
  • Temoroso-avanzado: Imagen negativa de sí mismo y de los demás. En este modelo, el sujeto, por un lado, querría una relación y, por otro, no. Es un modelo que se basa en la desconfianza, la inseguridad y el dolor y que muy a menudo acaba con el adulto reprimiendo sus sentimientos para no entrar en una relación y correr el riesgo de sufrir.
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El papel de la madre en la teoría del apego

Algunas de las críticas a la teoría de John Bowlby se refieren al papel exclusivo de la madre en los primeros años de la vida del niño.

Evidentemente, muchos estudios han subrayado la importancia del papel materno en el crecimiento del niño, pero que la figura de apego no tiene que ser necesariamente la madre. En otras palabras, es esencial que haya una persona en la primera fase de la vida del niño que responda a sus necesidades y peticiones de atención, para crear un vínculo que le permita crecer sobre una base sólida y llena de amor.

En la mayoría de los casos es la madre quien permite que se desarrolle este vínculo.

Principales conclusiones

Según un estudio interdisciplinario realizado por Bowlby, los puntos principales de la teoría del apego podrían resumirse de la siguiente manera:

Monotropía

El niño elige un vínculo principal hacia una persona, que se convierte en su principal figura de apego. Bowlby no creía que tuviera que ser necesariamente la madre, sino que subrayaba que este vínculo era cualitativamente diferente de los demás.

El niño busca la proximidad y el contacto con esta figura, comportándose en consecuencia: su cuidador, reaccionando a estos comportamientos y atendiendo al niño, crea patrones conductuales y afectivos a los que el niño se referirá posteriormente. Si no se crea este vínculo, el niño podría sufrir graves problemas, incluso algunas formas de psicopatía (Bowlby llamó a esta posibilidad privación materna).

En los dos primeros años de vida

La presencia y los cuidados de la figura de apego son fundamentales.

La separación entre el niño y la figura de apego

Provoca angustia y puede provocar daños graves si se prolonga.

La angustia pasa por tres fases

Protesta, desesperación, desapego, en las que el niño sentirá ira, rabia, dolor hasta rechazar al cuidador en el caso de una ausencia prolongada.

El modelo operativo interno

Se desarrolla a partir de la relación entre el niño y su cuidador. Es la visión cognitiva que tenemos del mundo y sus relaciones, y se crea a partir de nuestras experiencias y relaciones pasadas. Esta representación cognitiva guía el comportamiento social y emocional del futuro adulto: la figura de apego se convierte en algo fundamental para dar al niño una base relacional segura.

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